martes, 25 de agosto de 2009

Mounstro fundamentalista

Publicado por Espirales en 9:00
El monstruo fundamentalista

El XI Encuentro Feminista de América Latina y El Caribe se realizó en México en el mes de marzo. Este evento ocurre cada dos años para compartir experiencias, realidades y posibles soluciones relacionadas a la in-caducable lucha por la equidad de género en la región latinoamericana. Este año el debate se centró en los fundamentalismos. Se discutió la existencia de fundamentalismos religiosos, culturales, económicos, étnicos, políticos y sociales que utilizan los grupos dominantes para crear el falso concepto de una sociedad homogénea, negando la diversidad de los “otros” y las “otras”.

Fundamentalismo es un término utilizado comúnmente para identificar a grupos religiosos que promueven la interpretación textual de los libros sagrados, y que por lo tanto viven una religiosidad ortodoxa y descontextualizada, por obedecer –sin atreverse a cuestionar- palabras que al fin y al cabo fueron escritas por hombres con intereses particulares y hegemónicos[1].
En el Encuentro Feminista se retomó el término fundamentalismo para tildar otros intentos de leer la realidad social de forma cuadrada –por así decirlo- partiendo de la idea de que existe una única manera legítima y natural de ser hombres y mujeres.

Entonces, es muy importante que hablemos de los fundamentalismos –en plural-porque implica que reconocemos que la dominación tiene varios rostros y manifestaciones sutiles en todos los ámbitos del sistema que hemos aprendido a reproducir.
¿Qué tiene que ver esto con el feminismo? Tiene que ver porque la dominación masculina[2] utiliza los fundamentalismos para justificar las desigualdades entre hombres y mujeres. Me explico, si existe un ser superior: el hombre, blanco, burgués y heterosexual entonces todas las “otras”[3] formas de ser somos inferiores: mujeres, indígenas, pobres y homosexuales, esto sólo por el simple hecho de ser “diferentes”.
El reto de la resistencia del siglo XXI está en identificar los fundamentalismos -que históricamente nos han oprimido- disfrazados en manifestaciones cada vez más sutiles que naturalizan la ideología dominante[4].

Por ejemplo podríamos entender el neoliberalismo es un fundamentalismo económico –a nivel macro- que promueve el modelo económico post-fordista[5] como único modelo económico eficaz. Los disfraces del capitalismo están en el discurso y las costumbres, que vemos por ejemplo en trabajadores de X empresa que han asumido el individualismo para alcanzar el “éxito” y que –conscientes o no- justifica las desigualdades sociales argumentando que hay igualdad de oportunidades y que por lo tanto “prosperan” quienes se esfuerzan más o quienes tienen más aptitudes.

En el Encuentro se mencionaron fundamentalismos económicos que recaen sobre los cuerpos de las mujeres: La nueva economía -que globaliza los miedos y los estilos de vida- inventa también un nuevo modelo de la mujer perfecta -mediante la publicidad y el entretenimiento- que trabaja como ejecutiva (¿por eso es “independiente”?), se viste a la última moda, concina delicioso, tiene hijos y un marido sumamente atractivo… todo esto sin descuidar su figura. La mujer “moderna” es un trofeo de la sociedad consumista que se moldea con nuevos corsés -como la cirugía plástica y la doble jornada laboral- pero se sigue enfrentándose a la violencia simbólica[6] y física, a la discriminación laboral (gana menos y trabaja más), a la exclusión política, a la explotación en su hogar (en un eterno papel de servidumbre) y sigue siendo vista por muchos y muchas utilitaristas como un vientre para la reproducción de la especie.

Fundamentalismo cultural:

El sociólogo Pierre Bourdieu crea el concepto de “capitales” para estudiar las nuevas formas de desigualdades sociales. Propone que es insuficiente hablar únicamente del capital económico (definido por los medios de producción y las riquezas), porque los grupos hegemónicos ostentan además capital social –relaciones sociales que permiten la movilidad social ascendente- y capital cultural. Quiero enfocarme en el capital cultural[7], que se obtiene mediante la apropiación de la cultura como una forma de “distinguirse”. El lenguaje, por ejemplo es un capital cultural porque un grupo puede distinguirse por que utiliza un leguaje “culto”. El capital cultural se utiliza para definir un tipo de cultura “legítima” propia de los grupos dominantes.
La creación de una cultura dominante –legítima- es una forma de fundamentalismos que se refleja en nuestros gustos. El gusto para Bourdieu –y estoy de acuerdo con él- es aprendido y corremos el riesgo de “elegir” gustos que legitimen a la cultura de los grupos dominantes. Por ejemplo quien posee un cuadro de Picasso tiene más cultura que quien no puede comprarlo o no lo aprecia y es más culta una persona que escucha música clásica que la que escucha música andina.

En el Encuentro Feminista uno de los grupos con más presencia era el Movimiento de Mujeres Indígenas con representantes de varios países de Latinoamérica. Si bien es cierto que hay intereses económicos detrás de la exclusión a los pueblos indígenas –históricamente expropiados de sus tierras y saqueados de sus riquezas- también es necesario reflexionar y reconocer otras formas de discriminación que hemos interiorizado hacia las y los indígenas.

Como todo fundamentalismo, la cultura legítima nos hace negar otras culturas y esto se ve en los hábitos de consumo y los estilos de vida de la mayoría de la población, pero también en que nos desliguemos cada vez más de nuestros orígenes culturales.

Fundamentalismos ¿En el feminismo?
Quienes apostamos por construir modelos y posiciones ideológicas alternativas a la hegemónica no estamos exentas ni exentos de caer en relaciones de poder. Me pareció sumamente importante que se discutiera la necesidad de cuestionar nuestras prácticas –sea desde el feminismo o cualquier otra disciplina de resistencia- para tratar de ser consecuentes con nuestro discurso. Hubo fuertes discusiones en el Encuentro Feminista sobre la existencia de fundamentalismos en nosotras mismas porque hay –ciertamente- una lucha de poder entre diferentes formas de practicar el feminismo. Por ejemplo las feministas intelectuales que necesitan el sustento teórico, las feministas indígenas que construyen otra propuesta desde su concepción del bien estar y desde sus costumbres, las feministas afrodescendientes que no pueden –ni deben- desligar su activismo de la lucha contra el racismo, las feministas lesbianas que cuestionan la heterosexualidad, las feminista jóvenes que luchan por espacios y las feministas mayores que están a la cabeza, las feministas autónomas con su radicalismo y las institucionales con sus proyectos.

Esta diversidad a la que tanto le tememos puede ser muy enriquecedora, porque cada le da un enfoque diferente o responde a demandas diferentes. En este Encuentro Feminista se expusieron diferentes formas de vivir el feminismo y de ser mujer, reconociendo por primera vez que aunque la teoría feminista es similar, la vivencia del feminismo tiene diversas luchas y realidades.

Se llegó a la conclusión de la importancia de integrar esta diversidad mediante alianzas regionales que nos permitan abarcar todos los feminismos. La variedad de luchas permite que el feminismo integre todas las demandas sociales de las mujeres y es crucial que sigan existiendo feministas en todas sus manifestaciones: las que defienden los derechos sexuales y reproductivos, las que hacen trabajo de incidencia en políticas públicas, las que apuestan por cambios culturales o individuales para la emancipación de la mujer, quienes trabajan por el empoderamiento económico de las mujeres, o por los derechos sociales y laborales.

Se declaró imprescindible reconocernos como un movimiento diverso, que debe tener agendas locales que respondan a demandas específicas determinadas por la realidad social de las mujeres -llámese religión, contexto geográfico, posición económica, preferencia sexual, raza o cultura-.

Sobre las formas de ser mujer, la participación de mujeres no biológicas en el encuentro creo un intenso debate y verificó (desde mi punto de vista) que hay nuevas realidades a las que el feminismo debe responder de forma inclusiva. La participación de mujeres trans es muy importante porque si definimos que ser mujer es una construcción social, no podemos excluir a quienes no nacieron con sexo femenino, porque ellas como todas nosotras llegaron a ser mujeres.


La conclusión de la plenaria de clausura fue que esta diversidad de feminismos debe ser reconocida y validada. Se declaró urgente construir una agenda feminista latinoamericana que respetara e incluyera las agendas locales y que definiera lineamientos regionales de incidencia.

Fundamentalismo religioso: Hay Nicaragua, Nicaragüita


En el Encuentro Feminista se habló también de los fundamentalismos religiosos y de cómo estas expresiones de control están retomando fuerzas algunos los gobiernos latinoamericanos, que vuelven a utilizar el “opio de los pueblos” a su conveniencia.

El caso de Nicaragua fue mencionado en varias plenarias, por ser ejemplo de violencia de Estado y de la nueva contraposición entre el feminismo y los gobiernos “progresistas”.

Los movimientos de mujeres de Nicaragua se involucraron profundamente en el proceso revolucionario –porque compartían utopías socialistas- que lideró el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Estamos hablando de mujeres guerrilleras, madres, hijas de la revolución a quienes les costó sangre la libertad de Nicaragua. Mujeres que ahora son perseguidas políticas del mismo partido que llevaron al poder, mujeres cuyas vidas están en riesgo con la penalización del aborto terapéutico.

El código penal antiguo tenía eximentes para “el delito de aborto” que permitían interrumpir el embarazo específicamente cuando hubiese casos de malformaciones graves –anencefalia por ejemplo- y para salvar la vida de la mujer -con alguna enfermedad agravada por la condición de embarazo o provocada por el estar embarazada-. Ahora, en el nuevo código penal no se permite ningún tipo de interrupción del embarazo y se establecen penas para la mujer y el equipo médico que practique este procedimiento.

Hablo sobre esta situación, no sólo como denuncia, sino porque es la muestra más tangible del resurgimiento de la fuerza de la jerarquía eclesiástica en los gobiernos latinoamericanos. El aborto en Nicaragua se penalizó como resultado de un acuerdo entre los partidos políticos (PLC, ALN y FSLN) y las iglesias católicas y evangélicas que apoyaron las elecciones del 2006. En otras palabras –a menos que creamos en la repentina religiosidad del gobierno de Daniel Ortega Saavedra- la salud de las mujeres fue negociada a cambio de respaldo para ganar votos.

Personalmente creo que el fenómeno de la izquierda en América Latina puede ser positivo, porque formando un bloque de resistencia podríamos buscar modelos económicos, sociales y culturales alternativos a los promovidos por la clase hegemónica. Sin embargo, es necesario que los gobiernos actúen demostrando un compromiso real a favor de los derechos humanos y del cambio social. Es necesario que la izquierda latinoamericana tenga una práctica coherente a la ideología que tanto profesamos, no discursos populistas de derecha camuflada. Además las teorías marxistas deben ser adecuadas a la realidad latinoamericana, identificar las demandas particulares de la región y de sus pueblos.

En el Encuentro Feminista fue interesante la exposición del caso de Bolivia, donde la izquierda apoyó la lucha contra los fundamentalismos –en lugar de perpetuarlos-. En enero de este año se logró aprobar una nueva constitución que promulga el Estado laico, la despenalización del aborto y el respeto a la diversidad sexual. En Bolivia la unión de diversos movimientos sociales y la participación ciudadana fue crucial para la creación de esta propuesta de reformas constitucionales, que respondían al reclamo de la población en general. Se trabajó de forma directa con las comunidades indígenas y fueron ellos mismos y ellas mismas quienes reclamaron su derecho a no seguir viviendo en una jurisdicción que profesa la religión católica, religión que ha oprimido históricamente a los y las indígenas.

No todo fundamentalismo es sutil

Sin duda en muchos sentidos las desigualdades entre hombres y mujeres están camufladas, sobre todo ahora con la equidad de género transversalizada y tan de moda en las investigaciones de la cooperación internacional y en las leyes que juran que todos somos iguales –esto de todos en masculino no es casualidad- en materia de derechos.
Aún así, aún hoy el machismo mata: literalmente.

Me limitaré a narrar lo que las compañeras compartieron en el encuentro, porque no es necesario decir más:

Una mujer afrodecendiente de Colombia dice que las mujeres jóvenes de su comunidad compiten por ser las amantes de los paramilitares. Si se resisten, ellos igual van a violarlas y además quemarán sus aldeas. Entonces se proponen a seducir a sus agresores, porque su cuerpo es lo único que pueden ofrecer a cambio de que no acecinen a sus familias.

La directora de un organismo que trabaja en Ciudad Juárez propone un proyecto para garantizar armas de fuego a las mujeres. Muchas mujeres de las que escuchan su plenaria la critican: “la violencia no es la solución”. Explica que no hay ninguna solución cuando el gobierno cierra los ojos, los policías tienen miedo y en cada esquina hay un grupo de hombres armados esperando su próxima víctima. Las muertas de Juárez no tienen vos y nadie escucha a las que mueren en vida a diario presas de la inseguridad.

Los feminicidios son reales, la violencia sexual es real, la violencia física es real, la violencia psicológica es real. Todas estas formas de violencia inician en nuestras casas, pero son legitimadas por las escuelas, por los Estados, por los poderes económicos y políticos que siempre tienen agendas muy importantes para incluir el “tema de género”.

Nos negamos a ver, a sentir la realidad de las mujeres porque nos da miedo aceptar que somos parte del problema. La discriminación puede parecer insignificante o normal hasta que nos topamos con su máxima expresión. Pero será que ¿Realmente es necesario que dejemos que la violencia llegue a estos extremos para que nos preocupe? Debería preocuparnos también por la violencia simbólica que vemos y ejercemos a diario con nuestra actitud, nuestro lenguaje y desde nuestra concepción de ser mujeres y hombres. Debería preocuparnos la exclusión social y política que permite que ciertos hombres sigan dominado los espacios virtuales, públicos y privados.




Todas y todos nacimos y vivimos en una sociedad patriarcal que implanta un monstruo fundamentalista en nuestras mentes, el cual podemos alimentar sin darnos cuenta o podemos irlo destruyendo al revelarnos contra el papel que nos asigna la sociedad como mujeres y hombres.




Los movimientos feministas siguen siendo los únicos interesados en defender a las mujeres, en hablar y gritar cuando es necesario, para que se tomen en cuenta los múltiples problemas que nos sigue afectando.

El marxismo desde el determinismo económico, cuestiona la superestructura que nos oprime como clase, pero está no es la única opresión que enfrentamos los pueblos latinoamericanos. Necesitamos incluir las demandas de género, de razas y de culturas que han sido históricamente marginadas, porque sólo así se logrará crear una propuesta de socialismo vigente y necesario para América Latina.

Noelia Tamara Lacayo Espinoza

Bibliografía:
1. Gramsci, Antonio. “Cuadernos de la cárcel (Tomo I): Notas sobre Maquiavelo, sobre Política y sobre el Estado moderno”. Juan Pablos Editor. México D.F. (1975)
2. Kanoussi, Dora. “Hegemonía, Estado y Sociedad Civil”. Plaza y Valdez editores. Madrid (2001). Capítulos: “Gramsci y el Estado” pág. 15 y “Gramsci y la sociedad” pág. 39.
3. Bourdieu, Pierre. “La dominación masculina”. 3ra Edición. Editorial ANAGRAMA. Barcelona (2003).
4. Bourdieu, Pierre. “La distinción: critica social del juicio de gusto”. Altea, Taurus. Alfaguara. 1988. Madrid.
5. Pierre Bourdieu. Entrevista sobre sociedad, poder y medios de comunicación. 1995
6. Beauvoir, Simone de. “El segundo sexo”. Editorial Sudamericana. Buenos Aires( 1999)

Citas:
[1] Gramsci establece un grupo social es hegemónico cuando es dominante - “Un grupo social es dominante sobre los grupos antagónicos que quiere liquidar o someter aún son las fuerzas de las armas”- y dirigente “Un grupo social es dirigente con respecto a los grupos que son sus asociados y aliados”. Ver bibliografía: “Cuadernos de la cárcel”
[2] Bourdieu encierra en el término dominación masculina la reproducción social de los roles de género través de la interiorización del papel de dominada y dominante como el orden natural. La mujer aprende a ser subordinada y el hombre a ser superior. Ver bibliografía: “La dominación masculina”
[3] Simone de Beauvoir define que la desigualdad entre hombres y mujeres reside en la construcción social del hombre como punto de partida, el resto de la sociedad deviene de él y por lo tanto se ubican en estamentos inferiores. La mujer "ha sido elaborada a partir del modelo masculino". Ver bibliografía: “El segundo sexo”
[4] Desde Gramsci, la Ideología dominante es aquella que responde a los intereses de los grupos dominantes y que se legitima por medio de los agentes socializantes, con el fin de mantener el orden social. Ver bibliografía.
[5] Post- Fordismo: modelo económico capitalista que se caracteriza principalmente por la flexibilización de los medios de producción y las condiciones de trabajo, para conseguir adecuarse a la demanda de productos especializados. Ver bibliografía: nueva economía y globalización.
[6] Según Bourdieu la peor forma de violencia. Lo simbólico es donde se esconde la dominación y la reproducción social, en lo más intrínseco del ser social.
[7] Ver bibliografía. Bourdieu, Pierre “La distinción”.

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